Es Técnico de Proyectos en el CIBNOR, MBA y economista. Combina su experiencia en planeación estratégica con un interés por la divulgación y el análisis crítico. Su perfil integra habilidades técnicas y analíticas, aportando un enfoque holístico.
Alo largo de la historia, la humanidad ha intentado comprender el mundo y su relación con él. En distintas épocas, este esfuerzo ha sido conceptualizado de diversas maneras, desde la idea del “cosmos” en la filosofía griega, pasando por la noción teológica de “La verdad“ como una realidad última, hasta el concepto moderno de “Universo“.
El universo es aquello que abarca todo lo que existe: desde la materia y la energía hasta las leyes físicas y los sistemas biológicos. La comprensión de esta realidad también ha dado lugar a abstracciones humanas como la economía y otras construcciones conceptuales.
Para interpretar la realidad, recurrimos al razonamiento, un proceso cognitivo que nos permite analizar la información y generar conocimiento.
El conocimiento se organiza en múltiples disciplinas, entre las cuales, la filosofía y la ciencia han destacado en su desarrollo. De manera general, la filosofía abarca áreas como la metafísica, la gnoseología, la epistemología y la lógica, entre otras. Por su parte, las ciencias se dividen en distintas ramas, entre las que destacan la física, la biología, la sociología y la economía, por mencionar algunas, y solo a vuelo de pájaro.
Más que centrarse en las distintas clasificaciones del conocimiento, este texto se aborda desde dos actitudes fundamentales: la humildad epistemológica y el optimismo científico. La primera reconoce que nuestra capacidad de comprensión tiene límites, mientras que la segunda sostiene que, con el tiempo y el avance del conocimiento, todo podrá explicarse.
Imaginemos dos enfoques en la búsqueda del conocimiento. Uno se basa en el materialismo (doctrina que sostiene que solo existe la materia y que todo fenómeno tiene una explicación física) y el empirismo (corriente filosófica que afirma que el conocimiento proviene de la experiencia y la observación), priorizando lo medible y observable. El otro enfatiza la humildad epistemológica, que reconoce las limitaciones del conocimiento científico, especialmente en ámbitos subjetivos y cualitativos, como la interpretación de la experiencia humana.
Este dilema se refleja en dos enfoques metodológicos: el reduccionista y el holístico. El enfoque reduccionista descompone la realidad en sus elementos fundamentales y la explica mediante mecanismos subyacentes, es decir, en procesos básicos que explican un fenómeno. En contraste, el enfoque holístico enfatiza la interconexión y la complejidad de los fenómenos, considerando que la realidad es más que la suma de sus partes. Estos debates pueden influir en cuestiones filosóficas más amplias, como la existencia o necesidad de un principio creador, aunque este tema no se abordará aquí.
Un ejemplo clásico de esta dicotomía es el amor. Desde una perspectiva científica optimista y reduccionista, el amor puede analizarse como un proceso bioquímico, mediado por la liberación de oxitocina, dopamina y otras sustancias que generan vínculos y apego. Sin embargo, el enfoque holístico señala que esta explicación, aunque es válida, no abarca la complejidad de la experiencia amorosa, que también está influida por factores psicológicos, sociales y culturales. La humildad epistemológica nos recuerda que estas dimensiones aún no pueden medirse con total precisión y que siempre existirán aspectos que escapen a la comprensión científica actual.
Una antigua parábola ilustra esta tensión: tres ciegos intentan describir un elefante. Uno tocó la trompa y dijo que era una serpiente, otro tocó la pata y concluyó que era un tronco, y el tercero tocó la cola y aseguró que era una cuerda. Ninguno podía percibir el elefante en su totalidad. Esta historia nos recuerda que cada enfoque del conocimiento ofrece solo una parte de la realidad. La ciencia y la filosofía no son enemigas; se complementan. La ciencia nos proporciona herramientas para explorar y explicar el universo, mientras que la humildad epistemológica nos recuerda que el conocimiento siempre está en evolución y que nunca alcanzaremos una verdad absoluta, sino aproximaciones cada vez más precisas, no obstante, en la parábola, los ciegos jamás podrán ver al elefante.
Fuente: Agencia ID.
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